miércoles, 4 de enero de 2012

Armadura desgastada

“Pelea la buena batalla de la fe; no dejes escapar la vida eterna, pues para eso te llamó Dios y por eso hiciste una buena declaración de tu fe delante de muchos testigos.” (1 Timoteo 6: 12)

El domingo pasado mientras me preparaba para ir a la escuela dominical, conversaba con el Señor y le expresaba lo cansada que me sentía. Recuerdo que le dije que sentía que mi armadura parecía algo desgastada y en algunas partes muy vulnerable y débil. Le preguntaba yo al Señor, ¿cómo es posible seguir adelante? ¿Cómo me pongo ahora esa armadura de la cuál tanto predicamos? Aunque me sentía así, opté por alabar al Señor en cánticos, porque “en el dolor es mejor cantar” y me fui para la iglesia a adorar con mis amados hermanos.

Al final de la clase una hermanita leyó el pasaje que ahora les comparto.
“Que no se te olvide que eres un luchador o luchadora del evangelio. Puede que la armadura la tengas muy desgastada, puede que algún dardo del enemigo te haya hecho mucho daño, pero eso no impedirá que sigas siendo un luchador o luchadora del evangelio. Dios te llamó a conquistar y no ser conquistado, tú debes luchar por conquistar todas la áreas de tu vida con la ayuda poderosa del Señor. Fuiste llamado con un propósito en específico y el enemigo sabe muy bien eso. Él sabe que eres un arma ponderosa en las manos del Señor que hace temblar las tinieblas del mal y por ello tratará por todos los medios de imponer temor sobre tu vida, de sembrar la incertidumbre y llenarte de dudas mas tú debes tener claro que eso no podrá detenerte, porque Dios, que es el General de los Ejércitos, nunca ha perdido una batalla. Tú naciste para vencer y no para ser vencido, tú naciste para avanzar y nunca retroceder, tú naciste para derrotar y no ser derrotado porque Dios está contigo y si Él está contigo, ¿Quién contra ti? Hoy quiero que te levantes, que te pongas nuevamente tu armadura, que vayas y pelees sabiendo que Dios está contigo, respaldándote; que no hay flecha que pueda herirte de muerte, que no hay espada que pueda robar tus sueños, que no hay enemigo que pueda deternete de cumplir los propósitos para los que fuiste llamado. ‘Nadie podrá hacerte frente en todos los días de tu vida…’ (Josué 1: 5a)”*
AMÉN

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